La nueva manera de enfrentar al mundo: Liderazgo resiliente
Por María Teresa Solís Trejo. Experta de Industria: Turismo y Desarrollo Regional. Deloitte Spanish Latin America
La actual contingencia sanitaria es la mayor llamada de atención que han tenido las generaciones actuales para hacer un cambio, como personas, empresas, organizaciones, ciudades y países.
El cambio es necesario para identificar riesgos, prevenirlos, atenuarlos, revertirlos y -cuando quedan fuera de nuestro control para reaccionar de la manera más inteligente posible. El sector turismo ha sido, quizá, el más vulnerable y afectado por la crisis, pero el aprendizaje es para todos los sectores y para todo el planeta.
Un documento reciente de Deloitte Insights (“How governments navigate a disrupted world”) trae a nuestra atención la importancia del “liderazgo resiliente” tema que, hoy, más que nunca, es aplicable a todos los líderes en el mundo, incluyendo al sector privado, académico y al conformado por Organizaciones No Gubernamentales (ONG).
Es necesario que los líderes resilientes desarrollen, como señala este análisis, simultáneamente, sus competencias en tres ámbitos: prospectiva, agilidad y resiliencia.
Por prospectiva nos referimos a la capacidad de anticiparse a los hechos y a su evolución; por agilidad, a la posibilidad de responder de manera efectiva al cambio, en los ámbitos que se refieren a los clientes, las operaciones de la organización y el entorno de negocios; por resiliencia, a la fortaleza de la organización para enfrentar futuras disrupciones.
En una situación de incertidumbre como la que vive el mundo, es preciso cambiar la manera de observar el entorno. Muchos parámetros, cifras e instrumentos que nos servían como guía para la toma de decisiones hoy han perdido relevancia.
Necesitamos examinar el horizonte con curiosidad y atención sobre nuevas tendencias, identificar variables importantes para nuestra actividad a lo largo de la cadena de valor y la cadena de suministro, y así, generar, ya no proyecciones o pronósticos, sino escenarios, clarificando potenciales riesgos y oportunidades, identificando indicadores tempranos para ambos y generando distintas estrategias para actuar de manera articulada en función de cada escenario.
Si bien la pandemia del COVID-19 es nuestra prioridad en el corto plazo, también podemos identificar que, en el mediano plazo, una de las mayores fuentes de riesgo que enfrenta el mundo es el cambio climático.
A principios de año vimos la pérdida de glaciares en Antártica y muy severos incendios en Australia y Brasil. Este verano sabemos de descomunales incendios en California y Oregón, y también hemos leído crónicas sobre la llegada de sargazo y el síndrome blanco en los arrecifes coralinos, que afectan los ecosistemas, economías y sociedades en 19 países de la zona del Caribe.
A principios de año vimos la pérdida de glaciares en Antártica y muy severos incendios en Australia y Brasil. Este verano sabemos de descomunales incendios en California y Oregón, y también hemos leído crónicas sobre la llegada de sargazo y el síndrome blanco en los arrecifes coralinos, que afectan los ecosistemas, economías y sociedades en 19 países de la zona del Caribe.
La visión debe ser sistémica, asegurar utilidades, mejorar el medio ambiente, resolver problemáticas sociales y generar el crecimiento que requiere una población de nueve mil millones de personas hacia 2050.
La nueva perspectiva para liderar de manera exitosa en los siguientes años, de acuerdo con el documento de Deloitte Insights, contempla, de manera resumida, las siguientes transiciones:
1. De un enfoque de riesgo a uno de oportunidad. Los cambios en las circunstancias, aspiraciones y deseos de las personas abren nuevas líneas potenciales o modelos de negocio para nuestras organizaciones.
2. De la opacidad a la transparencia. Los clientes e instituciones financieras requieren cada vez más de información sobre nuestras operaciones y cadenas de suministro. Solamente desde la transparencia podemos resolver las debilidades, hacer cambios y generar confianza.
3. De las utilidades de corto plazo a la contribución. Los valores y misión de la organización son la guía para su transformación. Necesitamos combinar lo que hacemos bien con la mayor contribución posible a todos los actores: accionistas, empleados, comunidad.
4. De la empresa al ecosistema. Del éxito de la comunidad y del clúster en donde se inserta nuestra empresa depende el éxito de todos. Competir, pero también colaborar. Un entorno sano mejora las condiciones de beneficios para todos
5. De la conservación a la regeneración. La visión de la empresa puede evolucionar de no dañar al regenerar. Muchas organizaciones, por ejemplo, han generado compromisos para devolver a la localidad un mayor volumen de agua limpia que la que consumen, sin perder de vista su rentabilidad.
6. De la consulta a la colaboración. El diálogo con los empleados y con sus nuevos socios, puede convertirse en ejercicios de “diseño colaborativo” de “pensamiento lateral”, para encontrar las soluciones innovadoras que quizás solos no hubiésemos encontrado.
7. De lo lineal a lo circular. Hay un vasto ámbito de incorporación de mejores prácticas y de innovar para ya no tomar recursos, usar y tirar, sino para disminuir los residuos, reciclar, reusar y para construir bienes y productos diseñados para durar y para hacer rentable el crecimiento de la organización en producción, pero también en servicio.